Translate

lunes, 4 de febrero de 2013

Camino de Santiago, etapa 25ª

 Después de tanto tiempo sin recorrer ninguna etapa de mi particular camino, aprovecho el puente de San Blas, patrón de Aracena, para sumar algún que otro kilómetro.
El día está precioso, hace frío pero hay bastante sol. El campo es una maravilla tan verde.
Hoy la etapa es desde Ventaquemada hasta Cáparra, antigua ciudad romana.



Hoy me acompaña una amiga, pero ella irá andando, así que no nos veremos durante el trayecto. La etapa de hoy es muy corta, no llega a 6kms.
Estas semanas anteriores ha llovido mucho, y pronto me encuentro el primer obstáculo, pues hay una laguna que es imposible pasar sin mojarse los pies, ni aún rodeándola. Las zapatillas pronto se embarran y se filtra el agua. Hoy toca correr con los pies mojados.


El camino está muy bien señalizado porque es totalmente recto, no hay pérdida. Y aunque no te encuentras en este tramo con ningún azulejo del camino, es imposible perderse. 
Hay una paz en el lugar que es alucinante y maravillosa. Parece que estoy sola en el mundo, no se escucha nada, ni coche, ni animales, ni nada.



Las lagunas son una constante en este tramo, y en todas las demás hay piedras grandes para poder pasar. En una de ellas me tengo que detener porque la fuerza del agua ha desplazado dos de esos bloques de granito y es imposible saltar y no mojarse de nuevo. Así que me paro y lanzo varias piedras que cojo de los laterales para que me sea más fácil cruzar y también para que mi amiga pueda hacerlo cuando llegue a este punto.
Me cruzo con un hombre que está abriendo la cancela de su finca y me saluda cordialmente. Más adelante hay un grupo de gente pasando el día en el campo, comiendo y jugando a la pelota con los niños.
El día está para eso, para disfrutar de una jornada entre encinas y comer saboreando en medio de tanta belleza.
Por fin empiezo a ver el arco famoso de la ciudad de Cáparra. Lo veo a los lejos y en alto. Ya me queda poco para llegar, consulto mi gps y llevo más de 5 kms. Pero cuando creo que voy a cruzar la meta, me encuentro con un gran charco negro y fangoso que ocupa todo el carril. Intento cruzarlo, pero es imposible. Me mojo de un negro barro mis zapatillas. Siento el agua en mis calcetines. No hay esta vez piedras. No puedo pasar. Y me quedo contemplando el arco desde lejos, no debo estar a más de 200 metros. ¡Eso sí que da coraje!

He de volver andando hacia atrás, para cruzarme con mi amiga y volver al coche. Pronto nos encontramos y le cuento mi desilusión de no poder cruzar el arco corriendo. 
Decidimos dar la vuelta en el coche para al menos ver Cáparra, después de tantos kilómetros en el coche...

 Cáparra y su arco me parecen preciosos. Llegar corriendo a él hubiese sido mágico, como una atleta de las antiguas civilizaciones que llega a Olimpia. Piedras milenarias que llevan ahí siglos son testigos de mi admiración a la historia que nos invade y rodea. ¡Cuántos peregrinos habrán cruzado este arco! Seguro que todos admirando como yo ahora estas piedras que aún se sujetan, que a pesar de los años siguen fiel a un camino que cada vez me gusta más. Cáparra testigo del pasar de los peregrinos. 


 Llegar por fin a Cáparra ha sido maravilloso, el entorno y la compañía inmejorables.


.