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martes, 28 de agosto de 2012

Camino de Santiago, etapa 22ª

Ya es verano, y este año está apretando la calor de un modo considerable. Han pasado todas las semanas de mis vacaciones y no he podido realizar ninguna etapa del camino. El verano prometía ser un buen periodo para adelantar camino, pero debido a las altas temperaturas y a otras circunstancias, ha pasado el tiempo y me queda el mal sabor de no haber hecho ni una sola ruta más. Así que me decido y aprovechando que es la feria de Aracena preparo mi mochila y cojo el coche rumbo a Grimaldo. Llego al pueblo de Grimaldo, es muy pequeño. El albergue está al lado de un bar, dueños del mismo, y creo que es el único bar de la localidad. Hay un hombre en el albergue. El albergue es pequeño de dos habitaciones, una cocina, un baño y un recibidor. También hay una pequeñísima sala con un televisor que me recuerda al primero que tuvo mi abuela, o sea que no creo que ni funcione. El dueño del bar nos atiende muy amable, y nos habla del camino, de qué ruta coger, de qué parte es complicada... Yo he decidido realizar esta tarde la etapa desde Cañaveral hasta Grimaldo. Y menos mal que se lo comento porque me explica que el autobús hacia Cañaveral pasa por Grimaldo si se llama antes para que te recojan. ¡Claro! no os he dicho que este tramo me falta por hacer para continuar mañana hacia delante. Para evitar hacer el recorrido andando y después corriendo intento enlazar con los horarios de bus. Llamo pues a la compañía de autobuses para que a las 7h. de la tarde me recojan. la siesta se hace muy pesada, y también muy acalorada. No consigo dormirme, y más cuando el del bar me ha dicho que anoche había chinches en el albergue y que la muchacha que durmió allí se levantó con picaduras. Veo algún que otro bichito, y los mato de zapatazo, aunque no sé muy bien qué son. Llega la hora de prepararme y me voy a la parada que está enfrente del albergue. Llega el bus, me monto y a losa 5 minutos estoy ya en Cañaveral. Es aún muy temprano para correr, y hace mucha calor, pero comienzo la etapa. Llevo en la mente el tramo a realizar. Debo llegar a la ermita que está situada a dos kms del pueblo y ahí comienza el sendero.
Justo al comienzo del sendero me encuentro con un hombre que pasea. El dueño del albergue me ha avisado que hay una cuesta muy empinada, con piedras y que seguramente no podré subir corriendo porque además de pendiente te resbalas con las piedras y la tierra suelta. a mí ésto me motiva más y "me pica" un poco, pues ya sabemos las cuestecitas de la sierra y no creo que sea para tanto. Antes de llegar a ese punto me cruzo con una pandilla de chicos y una chica en una fuente, están con unos perros, pero tienen la precaución de agarrarlos cuando me ven llegar corriendo, pues se les ve peligrosos, son pitbull. Me paro a refrescarme en la fuente, pues la calor es horrorosa. Continuo el sendero y a los pocos metros comienza la famosa cuesta.
No parece que sea para tanto, es más, creo que las he subido peores. Comienzo a subirla y aunque voy a un ritmo más lento es posible subirla.
Ya al final de esos 300 metros, el corazón va a tope y pidiendo un sorbito de agua. Es cuando me paro, bebo y hago una foto del paisaje que se contempla desde las alturas. Podré decirle al dueño que sí fui capaz de subirla enterita. Continúo por el sendero que va atravesando un pequeño bosque, muy sombreado, muy silencioso y también un poco misterioso. Se escuchan los coches de lejos, pues la autovía y la carretera comarcal están cerca.
Cuando más tranquila voy, escucho un ruido extraño que me recuerda a un jabalí. Y pensando que puede ser uno, aunque no tengo ni idea si por esta zona hay, salgo pitando y acelerando más mis pasos, con el agravante que mis piernas van cansadas de la calor, de la cuesta, y del miedo de verme atacada. Llego con estos temores a una zona más abierta, dejando los árboles a mi derecha, como me indicó el tabernero. Veo pronto un cruce, que debo pasar, para buscar de nuevo el sendero que me lleve a Grimaldo. Antes de cruzar la carretera, me paro a beber. Llevo un poco de agobio, por la calor y por la pesadez de correr. Y empiezo a pensar que mañana no debo salir, no me encuentro bien físicamente, he perdido mucha forma física este verano. Y con esta idea metida en mi cabecita sigo dando pasos buscando las flechas amarillas que hoy parecen no existir. De hecho, más adelante desaparecen, y me encuentro delante de una cancela que debo saltar. La salto y mis pies se encuentran ahora en el asfalto. Por intuición cojo la dirección que me supongo que va hacia el pueblo. No llevo muchos kms. recorridos, solamente unos 6. Según las guías del camino, entre Cañaveral y Grimaldo hay unos 9kms. Yo para mi bien, llego antes al pueblo, me he ahorrado dos kms. y también unos cuantos minutos de agonía por la calor y la pesadez del cuerpo entero. No me siento bien, ni física ni moralmente. Por fin he llegado a Grimaldo, pero va a ser imposible que mañana continúe mis etapas, tal y como había planeado y como me hubiera gustado hacer. Llego al albergue, y decidida a abandonar, guardo mis cosas y las meto en el coche. Prefiero dormir en otro lugar, en otra habitación, en una cama sin chinches y despertarme entre sábanas que no me recuerden a la amargura que ha supuesto hoy correr. Grimaldo hoy he llegado corriendo a tus calles, pero lamentablemente no saldré corriendo a pie mañana, salgo corriendo en mi coche hacia otro lugar.